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Mar 20, 2018 Dani Arrébola Mundo APTC 0
Jordi Picatoste (Barcelona, 1980), crítico de cine, editor en losExtras.es -donde realiza sus clásicas predicciones de los ganadores de los Oscars a un año vista de las galas- y colaborador en medios como ABC, La Vanguardia, ARA, Catalunya Ràdio y Fotogramas, entre otros, presenta su último trabajo: “Paraísos Perdidos” (Ed.UOC), todo un libro de análisis sobre la relación entre el cine y la infancia del que hemos querido conocer más. Dani Arrébola, director y editor de Apetece Cine, charla con Jordi acerca de este trabajo:
“Paraísos perdidos” qué bonito y a la vez triste título…
Desde un punto de vista adulto la infancia siempre va a tener ese matiz melancólico. La seguridad de que algo hermoso vivido jamás volverá. El título del libro se refiere no solamente al lamento del adulto por ese paraíso perdido sino también a las infancias anómalas, trágicas, dramáticas. El cine ha tratado, entre otros, esos dos aspectos.
¿Cómo crees que ha tratado el mundo del cine a la infancia?
El tema de la infancia es infinito, eterno, universal. En los primeros cortos de los hermanos Lumière ya aparecían niños. No es extraño tampoco que cinematografías con escasa tradición aborden la infancia en los pocos filmes que hayan realizado. Un ejemplo incluído en el libro es el de “La bicicleta verde”, primera película de Arabia Saudí que, además, está protagonizada por una niña. El tema de la infancia se ha abordado y se seguirá abordando en el cine ampliamente. Por otra parte el infante cinematográfico dejó de ser hace muchas décadas un mero reclamo o un sujeto pasivo. Sobre todo a partir de la segunda guerra mundial y especialmente a través del neorrealismo italiano adquirió una entidad dramática mayor. Los niños nos miran tituló Vittorio de Sica uno de sus primeros films importantes, también incluido en el libro.
Y obviando por una pregunta el tratamiento del cine ¿Cómo definirías la infancia?
La única etapa de la vida donde todos los sueños son posibles.
En un pase de prensa en Barcelona en el que coincidimos me advertiste que el libro que has escrito no es única y exclusivamente sobre la infancia en el mundo del cine sino más bien sobre nuestra mirada como adultos a la infancia. Me gustaría que brevemente desarrollaras esta idea.
Me refería a la mirada del adulto a su propia infancia. En la película que me dio la idea de hacer el libro, “Niños robados”, de Gianni Amelio, está implícita esa idea: el protagonista adulto reencuentra, a partir del contacto con dos niños de vida desgraciada, su propia infancia.
Filósofos como Jodorowsky suelen afirmar que nuestra verdadera identidad o nuestro verdadero “yo” se encuentra única y exclusivamente en nuestra infancia y que conforme crecemos vamos perdiendo esa pura identidad y nos vamos “desidentificando”, algo así como perdiendo nuestra verdadera esencia. ¿Estás de acuerdo en este pensamiento?
Sí, lamentablemente a eso se le llama madurar…
En la portada del libro (editorial UOC) aparece un fotograma de “E.T., El extraterrestre” de Spielberg. ¿Es ésta la gran película que puede aglutinar todo aquello que se engloba en el macrogénero del cine de la infancia?
La película de Spielberg ocupa la portada del libro por su tirón popular. El film aborda un tema básico: la fantasía como territorio exclusivo de la infancia, al que el adulto ya no podrá acceder jamás. Pero hay más temas asociados a la infancia y es muy difícil que una sola película pueda abordarlos todos.
¿Puedes decirnos algunas películas de producción nacional y otras extranjeras que cites en tu libro y que podamos revisarlas ahora conforme a esta visión de la infancia que has plasmado?
De producción nacional siempre reivindicaré “Mi tío Jacinto” de Ladislao Vajda en la que se cambian los papeles y el niño hace de protector del adulto. Tengo especial predilección por la iraní “The Runner”, de Amir Naderi, donde un niño sin padres toma conciencia de que solamente se tiene a sí mismo para salir adelante. Por otra parte la cinematografía francesa es la más representada en el libro y no me resisto a recomendar a Yves Robert y su “La guerra de los botones” donde el mundo de la infancia se asocia a la libertad y la naturaleza.
Como crítico de cine y sobre todo como espectador me suele ocurrir algo con los niños y niñas en muchas películas, y la última por ejemplo en el personaje del amigo del niño protagonista de Wonderstruck de Todd Haynes. Y es que son muchos los niños que me chirrían o me parecen extremadamente repelentes y pesados en la historia de la película. ¿Te ocurre esto a ti también Jordi?
Creo que los niños repelentes son exclusiva del cine americano o de otros que toman a este como modelo. Los niños perfectos, sabiondos, irreales, impertinentes y que dan lecciones morales. Herederos de Shirley Temple.
Creo que existe una palabra/sentimiento que aglutina como ninguna esta relación infante-adulto y no es otra que “nostalgia”. ¿En tu opinión el cine que has estudiado tiende a mostrarnos mejor que ningún otro arte esta “nostalgia”?
La literatura también lo hace pero los recursos del arte cinematográfico permiten una aproximación más directa.
En la sinopsis de “Paraísos perdidos” se habla brevemente sobre la incomprensión que existe entre el universo infantil y el adulto. ¿Quiere decir esto que irremediablemente existe una enorme distancia entre los niños y los mayores?
Es lógico que la haya aunque actualmente y desde hace tiempo se pueden detectar señales de la reticencia por parte de los adultos a desprenderse de comportamientos o hábitos que tiempo atrás eran exclusivos de la infancia. Los videojuegos ya no forman parte únicamente del ocio de los más pequeños sino también del de los adultos. Y en la forma de expresarse de gente madura puedes oír de manera natural algún ‘guay’ o ‘mola’ más propios de niños o adolescentes.
¿Podrías citarnos el director o directores que creas mejor han plasmado el universo infantil en el mundo del cine?
Es de justicia hablar de François Truffaut. Tuvo una infancia difícil y, sin embargo, hay mucho amor en las tres cintas que dirigió sobre la infancia: la mítica “Los 400 golpes”, la dura “El pequeño salvaje” y la deliciosa “La piel dura”.
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